La MEDIACIÓN FAMILIAR es un proceso para gestionar los conflictos que puedan surgir entre los miembros de una FAMILIA mediante la intervención de profesionales especializados que, sin capacidad de decisión sobre el conflicto, les asistan facilitando la comunicación, el diálogo y la negociación entre las partes, al objeto de promover la toma de decisiones consensuadas en torno a dicho conflicto y cuya finalidad es que las partes alcancen acuerdos equitativos, justos, estables y duraderos.
La propia ley hace referencia a que, en los Conflictos Familiares, coexisten aspectos legales y económicos junto con aspectos emocionales y afectivos, para los que el sistema judicial se encuentra con serias limitaciones para su resolución.
Ante las características específicas del Conflicto Familiar es de esperar que la persona mediadora esté formada en la gestión de las emociones puesto que las emociones intensas están presentes durante todo el proceso, tanto por las cogniciones que las partes tienen respecto del conflicto que les ha llevado a mediación como por las tareas que tendrán que poner en marcha para resolverlo.
Las partes inmersas en un Conflicto Familiar se centran en lo pasado y en lo negativo: la persona mediadora deberá tener la habilidad suficiente para gestionar las emociones, rebajando la intensidad de éstas y ayudando a las partes a centrarse en el presente y en lo positivo.
Las personas emocionalmente inteligentes poseen una mayor capacidad para percibir, comprender y regular sus emociones. Y esto no sólo repercute de forma positiva en su bienestar personal sino que también son capaces de generalizar estas habilidades a las emociones de los demás, porque la Inteligencia Emocional nos permite tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones, acentuar nuestra capacidad de trabajar en equipo y adoptar una actitud empática.
Por lo tanto la Inteligencia Emocional será una competencia que, adquirida por las personas mediadoras, nos proporcionará habilidades muy útiles para aplicar en los procesos de mediación familiar, ayudando a las partes a manejar de modo eficaz las emociones intensas que tan a menudo surgen durante el proceso y facilitando la búsqueda de soluciones equitativas y duraderas.
A menudo nos encontramos que en la formación de los profesionales de la mediación se aborda de manera escasa el aprendizaje de la gestión de las emociones. Aprender cómo nuestros sentimientos afectan a nuestros pensamientos y viceversa es básico y fundamental para trabajar en Mediación Familiar: difícilmente podremos comprender al otro, empatizar con las partes y captar sus emociones sin conocer las propias.
Amparo Romero Velasco, Psicóloga y Mediadora