CONFLICTOS EN LA ESCUELA: ¿COSA DE ADULTOS?
ABORDAJE RESTAURATIVO
Lola Montejo nos relató su intervención como co-facilitadora en un conflicto que primeramente surgió en ámbito escolar, pero que tras trabajarlo y conocer las distintas narrativas de los diferentes implicados quedó muy claro que tenía sus raíces más allá del colegio, estamos en un contexto comunitario de una localidad rural donde existe poca densidad de población y prácticamente todos se conocen entre sí. Si bien quien primero alerta de la existencia de un problema es una madre de un alumno en concreto, no es menos cierto que tras charlar con la tutora del menor y con la propia madre se detecta que concurren circunstancias ajenas al propio núcleo escolar que tienen que ver con el hecho puntual que sirvió de espoleta detonante para la intervención como mediadoras y después facilitadoras. Se constata la necesidad de crear un espacio de diálogo donde conocer toda la problemática, conectar con las otras familias y coordinar acciones, propuestas viables y conseguir un momento de revinculación.
El niño de sexto de primaria no quería seguir asistiendo a la escuela y ante la gravedad de la tesitura, pues la madre había optado por desescolarizarlo. Una decisión ilegal y con serias consecuencias para el menor.
Se aprecia la necesidad de ampliar la información y recopilar las distintas percepciones , dando traslado al resto de las familias, por tanto, había que ampliar la convocatoria de las personas afectadas e interesadas. Se realizó una reunión de dos horas con todo el claustro de docentes, donde además de la tutora en concreto se habló tanto con el equipo directivo cuanto con el resto de maestros, intentando que todos pudieran oír a la tutora y lograran ponerse en el lugar de la misma. Acto seguido se vio la conveniencia de generar un espacio participativo conjunto donde estuvieran presentes tanto el profesorado como las familias. Había que conocer quiénes se encontraban a gusto y conformes con la propuesta y quienes no, exactamente la misma exploración se llevó a cabo con las familias, procurando transformar las quejas y reproches en aportaciones y propuestas constructivas, generando un clima idóneo para conseguir los objetivos que habían significado tanto unos como los otros. En ambas partes surgieron dudas y recelos, se expresaban con inseguridad acerca de la viabilidad tanto del proceso como de la eventual consecución de resultados dada la distancia existente entre la comunidad educativa y las familias. Fue un proceso largo, que hizo posible que también fueran hablando entre ellos mismos.
La tercera fase se afrontó como un círculo restaurativo en la escuela, donde a través de una participación conjunta, a partir de preguntas y una eficiente planificación madres, familias y maestros se pudieron escuchar entre sí, reconocerse y surgieron cuestiones que propiciaron las conexiones empáticas desde las narrativas de partida iniciales, puesto que estos cursos tuvieron que afrontar todas las limitaciones derivadas de la PANDEMIA por la COVID.19, la digitalización y las restricciones interactivas sociales impuestas por las autoridades sanitarias. Hubo que gestionar los recursos existentes, la ausencia de otros que hubieran sido necesarios y no se tenían , hacerse cargo de las dificultades y dar cabida a las diversas responsabilidades que cada quien pudo asumir. Desde el mutuo reconocimiento se pudieron establecer unas mejoras en las relaciones, al generarse sinergias que tenían como principal punto el mutuo y recíproco reconocimiento del esfuerzo que cada parte venía desarrollando. De este modo las familias también se dieron cuenta de lo que había detrás de la madre que buscó la ayuda para su hijo. Con lo cual se produjo una transformación de las propias historias al oír las narrativas puestas de manifiesto por los otros implicados.
Se alcanzaron acuerdos, y para asegurarse de que no fueran un «brindis al sol» sino que obedecieron a una voluntad de entendimiento real y efectiva se dio un mes y medio para ver cómo se daban ciertos cambios y cuál era el grado de cumplimiento de esos acuerdos, se procuró chequear desde la realidad práctica que esos cambios eran efectivos y verdaderamente funcionaban. Ver que había salido bien, o qué otros aspectos había que reformular, redefinir o reconsiderar desde otro ángulo…
Las facilitadoras caen en la cuenta de que el proceso no se puede quedar cerrado ahí, sino que había que avanzar un paso más y entonces idearon hacer un nuevo círculo más amplio, incluyendo también la participación activa de los alumnos, además de los docentes y las familias. Había que ampliar la visión, las cofacilitadoras se plantearon ser ellas mismas la herramienta que pudiera posibilitar un espacio seguro, teniendo claro la dosificación del tiempo y los temas a tratar (de qué se iba a hablar y de qué no) con una dinámica que venciendo miedos expresados por las distintas opciones pues permitiese un buen cierre de etapa. El resultado sería propicio si se ve al equipo de facilitadoras como CONFIABLES, personas capaces de generar un climax favorable que permitiese trabajar venciendo resistencias naturales, generando vínculos seguros, para lo cual había que transformar las quejas y reproches en aportaciones y propuestas viables. Lo contrario podía desembocar en algo aún peor que el escenario de salida. Se trataba de lograr un clima idóneo para conseguir los objetivos que se habían marcado tanto los unos como los otros.
Cuando se empezó el proceso la propia madre mostraba sus reticencias, «yo no sé si esto que me contáis es para mí». Hubo que trabajar con escalas y tener señales para dar espacios de descanso, avisarse a tiempo para poder dar el acompañamiento requerido, saber cuando entrar en momentos de descanso, o apreciar la conveniencia de hacer caucus o sesiones separadas. Autochequearse de continuo.
Considerando que no querían escolarizar al chaval que tenía ciertas necesidades especiales, lo cual suponía una grave ilegalidad. La familia había estado haciendo un exceso de demandas que no pudieron tener acogida, entre otras cuestiones por todo lo atípico derivado del COVID. Y un tercio de las familias estaban en desacuerdo con una parte de esas exigencias «ad personam». Hubo que situar y definir las posiciones de cada parte interviniente. Si las partes no se legitiman las unas con las otras, todas las conversaciones, charlas y debates devendrían insuficientes e inútiles. Estamos en sede de una comunidad pequeña, de ámbito rural, donde también tenían trascendencias cosas que habían pasado de modo externo a la propia escuela y que, ciertamente, habían escalado el conflicto, cada vez mayor radicalización y polarización. Teniendo en cuenta que si a las otras familias no se les hubiera propiciado su tiempo, su espacio y su protagonismo se hubieran quedado relegadas, hay que ser conscientes de cómo se generan alianzas y de que todo el mundo busca quien le brinde escucha, atención y lo considere. Es importante que cambien ese posicionamiento adversarial, confrontativo, por una visión del otro de un modo muy diferente desde una perspectiva operativa colaborativa. No perder el norte en luchas y conversaciones ineficaces, donde hay una atmósfera tan cargada que de cualquier cosa se hace una montaña prácticamente insalvable.
Y muy importante, mirar al futuro ¿Cómo queréis que los chicos acaben este curso? Después irán al Instituto. Todos tenéis un objetivo común, que es acabar el curso bien, salir de una etapa educativa y dar comienzo a otra, donde niños y niñas están juntos desde Primero de ESO.
Es fundamental alinear a las personas para que todos conectasen con lo que querían.
La labor de PROVENCIÓN es básica, proveer a las personas y los grupos de las aptitudes necesarias para afrontar un conflicto, aprendiendo cómo gestionarlo y resolverlo. La provención se asienta en la comprensión y explicación adecuada del conflicto, incluyendo la dimensión humana y los aspectos emocionales. Además del conocimiento de los cambios estructurales necesarios para eliminar las causas profundas del conflicto y evitar así su reaparición. Las escuelas son unos espacios idóneos donde implementar este tipo de metodología, mediación, espacios de comunicación, convivencia, círculos de diálogo…. Si se hace de forma acertada en un futuro ya no les hará falta un tercero que arbitre la gestión de los conflictos que puedan ir surgiendo, serán capaces de resolverlos ellos mismos con el uso de las herramientas que se les ha enseñado.
Es fundamental la creación de espacios seguros en las escuelas donde se practique la convivencia con vínculos saludables, se pueda llevar a cabo una comunicación entre todos en cualquier escenario. Los problemas vienen a veces de casa, aunque se manifiesten en las escuelas. Si son capaces de resolverlos con éxito son unos buenos prescriptores de la mediación (ya la conocen y la han llevado a la práctica material real).
TODOS TENEMOS LA RESPONSABILIDAD DE PACIFICAR LAS RELACIONES EN AQUELLOS ÁMBITOS EN DONDE NOS MOVEMOS.